Qué querés que te diga, a mí el advenimiento de lo cool, de los outlets, de las Macs y los Hipsters, de la quinoa y el cus-cus, del sushi y el shawarma, los in-designs y los deli bars, de los sacacorchos con blue tooth, los anteojos de colores, el debate del ultimísimo capítulo de la última serie de dragones, drogones o políticos del capitolio, me hinchan un poco la pelusa.
Soy un conejo tradicional, de alfalfa, batata y zanahoria.
Todo bien con el extranjero que viene a por el cuero de Murillo, o el vecino que rebusca precios en Aguirre, pero si me sacás el almacén, ¿dónde compro el pepino para el pletzalej?
Con la oreja pegada al piso te digo que la avenida Corrientes resiste cual muralla china las oleadas de modernidad que en Palermo afloran con su claro interés mercantilista, y revientan contra la trinchera azulejada del subte B.
A un lado de la Línea que Divide la Historia tenés las tradicionales casas de lunch; del otro lado, te espera a media mañana un apátrida y completito brunch.
Junto a la costumbre dudosa de alfombrar paredes de rojo, se fue Le Parc de Warnes y Angel Gallardo, y perdimos por siempre una pavita York que te la comías con la vista, pletórica de palmitos y salsa Golf, ensalada rusa y no-me-acuerdo-qué-más, porque la pavita se fue de su esquina de Warnes, con el rabo entre las patas y un culito de champagne nacional, rancio y sin burbujas, con aroma a quitaesmalte de burdel.
Quizás sea la vejez que me hace pensar en Hugo Orlando bohemio, o las máquinas de pachinko del San Bernardo; quizás sea la vejez que me pone intolerante, nacionalista y conservador; o quizás siempre estuve a la espera de esos otros que invadieran, para echarles el melancólico aceite hirviendo de las papas fritas de anteayer.
Cualquiera sea el caso, el Villa Crespo de mis recuerdos ha seguido el camino de Dios y ha muerto, para darle lugar a este otro barrio, que resuma juventud y sofisticación y nouveau boheme, lo que sea que eso signifique.
Bueno, me voy a mi clase de Pilates, y a cortarme el pelo en Roho, que a la noche tengo cita con cierta conejita en un wine bar vegano a puertas cerradas...
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