Llega nuevamente la primavera y qué decirle más que gracias, bienvenida, y esta vez no te vayas tan pronto, que después hace frío y el tiempo se acumula en los pulóveres que huelen mal. No sé si este invierno se me hizo largo o corto, ya no tengo referencias de absolutamente nada. La otra vuelta fui a comprar sándwiches de miga y dejé el auto en parte de pago. Volví a casa y me retaron porque compré muchos, porque la gente los sándwiches de miga los corta a la mitad y pretende que así son dos, pero es un truco que sólo funciona con pequeños o con aquellos que tienen límites para las cosas como comer sándwiches de miga. Claramente no es mi caso.
Igual después viene el calor y también me quejo. Un amigo que es un tigre sueco me dijo una vez, “los porteños se quejan del calor como si no vivieran en Latinoamérica”, y yo le dije, “no sé si hay algo de lo que no nos quejemos”. Y la verdad que sobran los motivos, no me voy a poner a hacer una lista porque entiendo que no estamos para listas, pero cada día es un Dios mío nuevo.
Y yo al final siempre digo lo mismo cuando la mano viene brava, es como mi propio pensamientos y plegarias, pero ojalá el barrio les dé un buen abrazo y viceversa. Ojalá encuentren abierto ese puestito que vende justo lo que quieren, fresco y calentito, o añejado y bien frío, según.
Mis deseos para esta temporada de verano son aprender a patinar y sobrevivir. Creo que voy a intentar subirme a unos rollers con mi coneja más pequeña. A lo mejor a partir de ahora ande en rollers. Si me ven pasar en rollers por favor no saquen fotos, que tengo una tendencia natural a posar y me voy a comer un poste. Y para el caso, prefiero fuertemente los postres.
Qué decirte entonces, primavera. Sos señal de que seguimos dando vueltas. De que las hojas vuelven a crecer. Contrario al pelo que se me cayó. ¿Por qué no es la calvicie como el otoño, y se va cuando llegas tú?
Misterios que la humanidad no va a resolver si se sigue dedicando a construir máquinas que hacen dibujitos. Ahora está todo el mundo con las máquinas que hacen dibujitos, pero yo me pregunto… ¿por qué la primavera no me rejuvenece? ¿Qué me importa el futuro si yo tengo cada vez más pinta de pasado?
En eso el barrio también es sabio, sabe tener las dos caras. A cierta luz te da tanguero, sopla otro aire y es boutique. Podés desayunar una medialuna y merendar un croissant. Almorzás locro y cenás street food del Japón.
Y yo ya hablo cinco idiomas; bah, como comida de cinco etnias. No me pidas que te las nombre. Lo mío es masticar y olvidar. Vivo exclusivamente en el presente. O estoy empezando a lagunear fuerte. Echémosle la culpa al COVID, de todo. De esto también. Y después de echarle la culpa, brindemos por haber hallado al culpable.
U obviemos toda la primera parte y vayamos directo a la segunda. ¡Salud!
Feliz primavera… (acá me indican que falta una bocha para la primavera, así que tal vez me habría adelantado. Vuelvan a leer esta columna en veinte días. Desde ya, muchas gracias.)
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