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  • Foto del escritorPepe Bigotes, un conejo en Villa Crespo

PEPE BIGOTES, EMBURBUJADO

A veces me pasa que camino por el barrio y siento que en cualquier momento se abre un portal interdimensional y aparezco en una película de Fellini. O al revés, quizás siempre estoy en una película de Federico, y en cualquier momento un portal se abre y me saca; no sé cuál de las dos experiencias sería más traumática…

Capaz estuve viendo mucho Wandavision -¿quién no?-, pero es que al barrio lo siento como entre un despertar a un nuevo mundo y el grito agónico de lo que antes era y ya deja de ser.

Yo mismo ya me acostumbré a salir embarbijado*...

*Embarbijado/a:

AR. coloq. fam. Persona que utiliza barbijo para circular en espacios públicos o privados en un contexto de pandemia.

«Fue a la escuela embarbijada»

...y a recorrer las calles olfateándome el aliento; a ver el Parque Centenario sin el amasijo de gente habitual; a esa onda medio Mad Max de los comercios cerrados que antes me daban una tristeza enorme, pero ahora me dan ese amable feeling de apocalipsis.

Quiero decir, ¿vamos a terminar por amar la burbuja? ¿Existe aún el mundo de afuera? ¿Queremos que exista? ¿O seremos también nosotros la bruja que pone barreras?

Yo no salgo del barrio no me acuerdo hace cuanto. Creo que empecé a aparecer en las fotos en blanco y negro que adornan la pared del San Bernardo. Ahí estoy, en 1922, perdiendo una partida de dominó; en 1946, alentando a los Bohemios; en 1960, a puro rulo.

Si me veo en la obligación de cruzar las fronteras del barrio, entonces tengo un secreto. Se los voy a contar, pero me juran que queda entre nosotros…

Hay una aplicación de vehículos que rima con “Mabify” que, si le ponés los datos de tu tarjeta de débito, ¡los viajes te empiezan a salir gratis! SHHHHHH.

Te juro. Pedís un auto, viene, te subís, te bajás; nada. Ni tenés que sacar la billetera. Creo que es un error del sistema, con lo cual me da un poco de culpa aprovecharme, pero es demasiado bueno como para dejarlo pasar.

No exageren, igualmente. La otra vez me fui Chascomús ida y vuelta solo para tomar unos mates en la laguna, y después creo que me empezaron a vigilar, tienen ojos en los árboles, se abren de noche.

¿Cómo te pegó la cuarentena?

Genial, cero paranoia.

Y te digo que descubrí justo este truco de “Mabify” (guiño, guiño) porque resulta que ahora mismo hay una fuerza misteriosa que me está chupando el dinero del banco. Cada vez que entro hay menos.

Creo que son los Decepticons, con su tecnología alienígena, pero no hay forma de estar seguros. En el banco ya no atiende nadie. Hay un tipo de seguridad que me parece que vive ahí. Cada tanto le paso galletitas untadas con krein por debajo de la puerta; el me ruega que no lo haga más, pero porque es muy humilde y le da cosa recibir la ayuda ajena. Lo entiendo; yo soy igual.

Así que eso, gente. Hay que amar la burbuja, parece. Quedarse del lado de adentro. Yo viajo con la mente. Apago la luz de la pieza y con una linterna y unos recortes de revistas proyecto sombras cuadradas que pasan por la pared. Hago como que estoy en un tren. Hace años que estoy en el tren. Ya ni me acuerdo a dónde va, pero no importa. Lo importante es el movimiento. El viaje. Y la esperanza de que en algún momento venga un mozo con un tentempié, un sandwichito.

Algo.

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