La cita es en la puerta del Conventillo de La Paloma en Villa Crespo. Esta tarde de sábado, la multitud congregada está dispuesta a errar por los talleres y galerías de arte del barrio. Iniciamos la caminata guiados por Florencia y Agustina, cada uno a vivir su propio sueño de arte de sábado.
El primer artista, Carlos Huffmann, nos recibe asomado a la puerta de su galería y taller. La casa chorizo reciclada es el espacio ideal para alojarlas, y también a nosotros, ansiosos por descubrir y disfrutar de las obras.
En UV Estudios se nos abren las puertas del taller con un arte que recupera los objetos cotidianos, inspirándose en las vanguardias, vemos en las obras zapatos con tacones y piernas dislocadas de yeso, brassieres y bombachas expuestas, que desencajan la percepción habitual e invitan a otras miradas, a otras lecturas.
Desde el grupo llegan fragmentos de conversaciones, algunos interesados, otros sorprendidos. Alguien comenta: -No entiendo este tipo de arte. Mi hijo es pintor, tampoco entiendo lo que hace-. Pienso que lo importante es que ella participe de esta caminata, es una oportunidad de acercarse al arte de hoy.
Caminamos por las veredas maltratadas, bajo los árboles, en el paisaje de este barrio tan diverso. La galería SLYZMUD se abre en la esquina. Deborah Pruden presenta lienzos de pintura abstracta, geometrías y colores intensos sobre los muros blancos.
Enseguida llegamos al taller de Vicente Grondona y otros artistas, que ocupan una casa de habitaciones amplias y techos altos. Una sala nos ofrece los trabajos de Rosario, telas translúcidas y de resultados casi etéreos. Luego me costó subir por las escalerita empinada y angosta a la terraza cubierta adaptada para galería, donde Vicente presenta grandes torsos y cabezas hechas en carbón.
Ingresamos a la penúltima escala, la galería Ruth Benzacar. Al llegar, sedientos, agradecemos la mesa que nos espera con bebidas. Nos deslizamos por el espacio ancho y profundo con fotografías gigantes en sepia, colgadas en la pared lateral. El autor, Carlos Herrera, escribe “COBRE MISERIA MIERDA es el título de esta muestra que reúne un conjunto de esculturas y el registro de una acción performática que deja a la luz mi estado de ánimo actual.” Mis sentidos, alertas, contemplan los cuerpos expuestos: dos hombres indigentes lavándose los pies entre ellos, la última es de un hombre en cuclillas que defeca sobre una bolsa. Son mega fotos que interpelan, inquietan estas imágenes, cuerpos como esculturas de estatura humana. Sigo hasta la segunda sala donde están las instalaciones; cajas de madera clara alargadas a escala del hombre, al fondo se siente un perfume intenso que brota de los eucaliptus de hojitas verde plateado, contenidos en grandes macetas. Acerco mi nariz, inspiro profundo, colmada del aroma.
Salimos, cruzamos las vías después del tren... vamos por Aguirre a “La ira de Dios” ¡Qué buen nombre! La antigua casa reciclada funciona como galería y residencia para los artistas visitantes. Subimos por la escalera de un solo tramo hasta el primer piso. Instalaciones con proyecciones en pantallas, experimentación y recursos técnicos utilizados para deconstruir, por ejemplo, un pentagrama musical en cuatro líneas oblicuas convergiendo en un punto central, mientras en off escucho las notas musicales.
Al bajar entramos a un espacio cerrado con cortinas de polietileno y dos ollas separadas con agua hirviendo, el vapor condensado agudiza la sensación de encierro, intentamos salir levantando el plástico y comprobamos que está aferrado al piso. Ella dice que siente claustrofobia, yo también ¡Esto es asfixiante! salimos por el costado lateral. En la última sala, vemos al fondo, sobre el piso, una caja de vidrio conteniendo un cuerpo desnudo, inmóvil boca abajo, que descansa apoyada la cabeza en la mejilla izquierda. Es joven, su piel suave y su pelo castaño ondeado enmarcan su faz de hombre dormido. Junto a sus pies, separada por un cristal, una caja pequeña contiene un hacha. Doy pasos alrededor, siento deseos de romper el vidrio con el hacha y liberarlo. Pero me pregunto también si más bien el hacha no estará para asesinarlo ¿Liberar o asesinar el arte tal vez? ¡Magistral la secuencia! ¡Fuerte lo que vimos! Escucho decir entre el grupo. Al salir de allí, nos esperaba un oportuno barril de hielo con bebidas, la compartimos entre todos y con Agustina.
Terminamos la caminata en 878, un bar cercano, donde nos invitaron a tomar un Cynar, e intercambiamos nuestras experiencias en este acercamiento al arte contemporáneo que vivimos aquella tarde, que nos descubre otra faceta de la vida del barrio y nos da una razón más para amar Villa Crespo.