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  • María Sol Aliano*

NOVIEMBRE EN FLOR


En un acto que los teams verano y los teams invierno tildarán de corea-centralización, yo diré que la mejor época para vivir Buenos Aires es noviembre. No sólo por su clima, sino y principalmente (aunque una cosa lleve a la otra), porque en noviembre florece el jacarandá con sus colores, y luego el tilo con sus aromas. Cuando nos despedimos, no sin tristeza, del majestuoso imperio lila del jacarandá hasta el año que viene, la fragancia del tilo hace su entrada triunfal. Aplausos de pie.


Noviembre en Buenos Aires es esa partida de truco que no sabés cómo jugar por lo cargadx que estás. Cantas truco y hacés primera con un ancho de basto. La segunda la jugas tranquilx, querés perderla así piensan que ya no te queda nada y te tiran un “Quiero re-truco”. Entonces será tu oportunidad para meter el “Quiero vale cuatro” y poner sobre la mesa ese 7 de espadas, marcando la victoria que sabías asegurada desde que recibiste las cartas. Así lo vivo yo. Qué magia noviembre en Buenos Aires.

El jacarandá es un árbol nativo del norte argentino que florece a principios de noviembre tiñendo con su color todo rincón que toca. Llegó a nosotrxs de la mano el paisajista Carlos Thays, planificador y artífice de los parques más emblemáticos que conocemos en Buenos Aires por su rol de Director de Parques y Paseos de la Ciudad entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Agradecimiento eterno a este señor.

El tilo, por su parte, florece a fines de noviembre y, nobleza obliga a comentarlo, no es nativo, sino que viene del hemisferio norte. También, digámoslo todo, es menos famoso. Su encanto tal vez sea más más sutil, menos pomposo. En el ranking de los sentidos, y aunque siempre habrá excepciones, me atrevo a concluir que vista le gana a olfato. Sin embargo, una vez que se descubre el aroma del tilo no hay vuelta atrás. Es un viaje de ida. Te endulza sin empalagarte todo el tiempo que dura su floración.


Armando esta nota estuve investigando el censo de arbolado de la ciudad y aprendí algunas cosas (recomiendo esta página a quienes tengan un costado ñoño: www.arboladourbano.com). En la ciudad hay alrededor de 430.000 árboles, entre lo que se conoce como arbolado lineal (a los costados de las vías de circulación) y de espacios públicos. De éstos, 3,3% son jacarandás y 4%, tilos. Mientras pensaba que estos números parecían poco significativos para la presencia que tienen, descubrí que el secreto podía estar en la disposición que cada especie tiene, algo que potencia sus características más simbólicas. Los ejemplares de los jacarandas están mayormente concentrados a lo largo de arterias principales, lo que ayuda a resaltar la soberbia de su follaje lila (en el barrio los encontramos por Av. Corrientes o alrededor de Parque Centenario, aunque un gran plan en esta época es agarrar la bici y, si me dispensan alejarme de los límites del barrio, recorrer las avenidas Figueroa Alcorta y 9 de julio o las diagonales Norte y Sur). En cambio, los tilos están atomizados, diseminados de a uno o dos, pero por casi todas las manzanas. ¡Claro! Por eso cuando florecen su fragancia te agarra por sorpresa por tantos lados.


Todo lo anterior, o sea esta nota, es sólo un pretexto para decir: disfruten noviembre en Buenos Aires. Con barbijo, distanciamiento social y demás protocolos que son necesarios hasta que llegue la vacuna, pero que no impiden maravillarse igualmente con el festival de aromas y colores que este mes nos ofrece.


Y si están leyendo esta nota en diciembre o cualquier otro mes del año y piensan que llegaron tarde, no os preocupéis, la naturaleza no escatima en abundancia y generosidad, si se sabe acompañar sus tiempos y procesos. Sólo es cuestión de esperar al próximo noviembre para volver a vivir esta experiencia que cada año se repite en Buenos Aires.

Ver mapa de jacarandás, lapachos, sakuras y tilos en el barrio



* Sol es ingeniera ambiental y vecina de Villa Crespo




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