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Por A.S.

LAS CHICAS SUPERPODEROSAS


Amanda Gary nació en California y llegó de Irlanda a Buenos Aires en 2006 creyendo que con su dominio del italiano podía aprender español rápidamente para conseguir un trabajo en España. En esas seis semanas no aprendió español pero le encontró el gustito a Buenos Aires, al tango y decidió quedarse. Tuvo un B&B en San Telmo y se propuso unir el 2x4 con los viajes que hacía por Argentina como guía turística. Así de cosmopolita es esta historia que a primera vista nada tiene que ver con las artes marciales, pero verán que sí.

Amanda cuenta que una mañana charlaba con una huésped del B&B que durante años había practicado aikido sobre cómo era aprender tango desde cero. “Conversando descubrimos que los puntos en común eran un montón: la conexión entre la mente y el cuerpo, el manejo de la energía, la tensión. Además, ella me contó acerca de lo que el aikido le brindaba fuera de la práctica, la forma de encarar la vida, cuestiones tanto domésticas como laborales”. Todo esto la movilizó profundamente y al otro día ya se habia anotado en su primera clase. Años más tarde abría en Villa Crespo Betsubara Dojo.

Betsubara es una palabra japonesa que significa “un apetito insaciable por aquello que te gusta” y fue en este dojo donde Amanda, con ayuda de su equipo, se animó a desarrollar el espacio que soñaba con prácticas de artes marciales con un enfoque femenino. En un ámbito tan masculino, Amanda recuerda sus primeras prácticas compartidas con Giselle, hoy profe del dojo: “Muchos hombres nos trataban diferente, no podían poner la intención de golpe, dirigir un puño o directamente no querían practicar con nosotras. Y noté que en la enseñanza faltaba tener en cuenta aspectos del cuerpo de la mujer. La forma de explicar y mostrar las artes marciales estaba pensada por y para los hombres. Y por ejemplo, la mujer es más flexible y hay momentos en los que hace falta prestar otra atención”, explica. Aunque no exclusivas, las clases tienen en cuenta las particularidades de la mujer en disciplinas largamente dominadas por los hombres. Hoy, gracias a este enfoque, no hay en todo Buenos Aires otro dojo al que concurran tantas mujeres.”En vez de adaptar a la mujer al ambiente masculino, acá tiene uno hecho para ella”, dice Amanda.

En febrero, el dojo cerró sus puertas de la calle Lerma y se mudó a su nueva sede, en un espacio que es el doble de grande y está diseñado con lujo de detalles y la más cuidada estética, buscando hacer el aprendizaje lo más sencillo posible. Hay un área de estar y una biblioteca, una cocina y vestuarios con lugar para dejar los equipos de entrenamiento. “Lo que quería conservar es la sensación de comunidad que creció en el otro dojo, y busqué la forma de que eso no se perdiera”, agrega.

En Betsubara se dictan clases de aikido, kung fu, tai chi y bujinkan para chicos, adolescentes y adultos. Este año empieza además una clase de entrenamiento físico que “se basa en los movimientos del kung fu pero es un acondicionamiento para quien quiera ponerse en forma, haga o no artes marciales”, explica Amanda. Se pueden probar tantas disciplinas como uno quiera y la idea es ofrecer una experiencia lo más completa posible, por eso también se dan talleres y seminarios de temas como meditación, reiki y japonés, entre otros, para complementar la propuesta.

Después de 3 años en el barrio, Betsubara sin dudas formó una comunidad de artistas marciales y ahora, en su nueva sede, espera que nuevos vecinos quieran sumarse. “Ninguna persona que empieza tiene idea de todo lo que va a brindarle la práctica. Por eso, cuando la gente me pregunta si puede presenciar una clase, yo trato de insistir en que la prueben. Porque tenés que sentirlo y así, de a poco, vas a ir descubriendo todo lo q tiene para vos.”

Acoyte 1678 (Warnes esq. Acevedo).

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