“Espacio Café Müller, club de danza, vení a bailar” agitan las voces danzantes desde Villa Crespo. A la altura 1116 de la calle Lavalleja el portón de una casa de barrio es —desde 2012— la entrada de algo así como un club, donde la danza convoca sin necesidad de membresía. Autogestionado por un grupo de jóvenes bailarines de diferentes trayectorias y formaciones, este club es un espacio abierto de encuentro y experimentación en las artes del movimiento. A modo de homenaje su nombre resuena en el mítico Café Müller creado por Pina Bausch. Pero a diferencia de aquel café en el que cuerpos espectrales expresaban la dificultad del contacto con el otro, este café club apela a afianzar redes vinculares, colaboraciones e intercambios. En él hay de todo: talleres, clases, programas de formación, invitados, residencias, muestras. Quienes participan llevan y traen, circulan de una propuesta a otra. Al fin, desde el proceso de aprendizaje también puede originarse una obra en coproducción con el club. Sucedió con Chingulain y Los días que quedan. Esta última, un montaje de acciones que indaga entre lo individual y lo grupal, entre lo que fuimos y lo que somos, integrada y dirigida exclusivamente por alumnas del programa de formación. También, el club tiene producciones propias, como Bocetados, un ciclo que convoca a distintos bailarines y coreógrafos a trabajar sobre obras en proceso y el ciclo Solos de Trasnoche. Así, y con referentes locales como Lucas Condro, Fabián Gandini, Eugenia Estévez o Matthieu Perpoint, el particular movimiento de este café club imprime un modo de ser y hacer en la escena de la danza local. “Nos propusimos hacer un gesto político desde la danza”, arremeten las bailarinas Beli Rotela, productora, y Daiana Berlusconi, colaboradora del espacio. “Nos interesa que la danza sea reconocida como un trabajo”, afirman. No solo como un hobbie o un divertimento, la danza compromete una actividad física, intelectual, de gestión y producción. Por eso, no todo es hacia adentro. Si bien Café Müller surge como espacio de experimentación independiente, se mueve en sinergia con instituciones y otras asociaciones. En una escena donde cada vez hay más bailarines, más necesidades de investigación y producción y un público interesado, cae de maduro el reconocimiento del trabajo, lo que pone en evidencia la necesidad de una Ley Nacional de Danza. Por eso, apoyan espacios como el foro Danza en Acción o la Acción Iceberg. Ambos, espacios desde donde se reclama y reflexiona acerca de las políticas culturales públicas vinculadas a la danza contemporánea en la Ciudad de Buenos Aires y Argentina. Pulsión vital, reinvención, las voces ya se han alzado. Para el 2016, además del programa de formación, los cursos intensivos o las residencias, Café Müller trae nuevas propuestas. Para empezar, todos los viernes de marzo a las 21hs. continúa el ciclo de cine “Verdanza”; en él se proyectan una serie de películas que exploran la experiencia creativa de distintos coreógrafos contemporáneos. En febrero pudieron verse “The Cost Of Living” de la compañía DV8 Physical Theatre o “Achterland” de la compañía Rosas. Además, desde febrero y hasta abril el club colabora y es sede de la segunda edición del Festival Internacional de Danza Emergente de Buenos Aires (FIDEBA), que este año cuenta con el apoyo del Fondo Iberescena. Por lo demás, vuelve el ciclo Solos de Trasnoche, y los sábados de marzo la curaduría estará a cargo, una vez más, de Gonzalo Lagos. Como puede verse, el objetivo siempre es promover y fomentar la danza contemporánea en la ciudad: crear espacios para la creación y la agitación cultural, la movilización del cuerpo y del pensamiento. Club Café Müller Lavalleja 1116, PB. 4775.5697 info@clubcafemuller.com.ar clubcafemuller.com.ar