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  • Malena Higashi

BIENVENIDOS AL MUNDO DE LA HERPETOLOGÍA

EL MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS NATURALES ES EMBLEMÁTICO EN EL BARRIO. ¿ALGUNA VEZ ALGUIEN SE PREGUNTÓ QUÉ HAY EN SUS SUBSUELOS? LOS INVITAMOS

A UN PASEO POR UNA DE SUS DIVISIONES, LA DE HERPETOLOGÍA, QUE ESTUDIA A LOS ANFIBIOS Y A LOS REPTILES.

Hace un tiempo me enteré de que en la parte subterránea del Museo Argentino de Ciencias Naturales se encuentra el acervo de las especies: muchísimas de las que no están expuestas allí arriba están archivadas ahí abajo. Entrando por una de las puertas laterales y yendo hacia abajo se accede a estos tesoros. Bueno, los investigadores acceden. Y quizás también los curiosos. Allí se encuentra Julián Faivovich, de la División Herpetología, la disciplina que estudia a los anfibios y reptiles. Julián aclara que estos bichos no están emparentados cercanamente pero que históricamente se los estudió juntos. Me lleva directamente a su división, en donde 17 estanterías móviles contienen cientos y cientos de especímenes de serpientes, lagartijas, sapos y ranas, y renacuajos y tortugas. Todos, en frascos de alcohol. Es una escena impresionante, como de película de ciencia ficción. Y sin embargo estamos en el corazón de Parque Centenario, en pleno barrio de Villa Crespo, casi bordeando Caballito.

Todo este material disponible (y lo que me muestra es solamente la parte de Herpetología: para ser más específicos, la Colección Nacional de Herpetología), existe desde 1892. Eso significa que desde hace 126 años hay investigadores que se encargan de recolectar distintas especies para su estudio. Julián explica que cualquier investigador que se encuentre estudiando alguna de las especies disponible en la colección tiene acceso a este material y puede estudiar desde su morfología hasta sus secuencias de ADN, ya que el Museo cuenta con laboratorios adecuados. “El corazón de este museo es su colección biológica y para que se den una idea, lo que está expuesto no alcanza ni al 0,5% de lo que hay disponible en la colección. Una colección es la memoria del conocimiento de diversidad de un país”.

En la oficina de Julián, está a la vista la pasión por esta disciplina en una serie de fotos de científicos (muchos de ellos, sus referentes y maestros) y también especies. Dos de ellas fueron dedicadas a él: ¡llevan su nombre! La Dendropsus juliani (del amazonas boliviano) y la Scinax faivovichi (de una isla del litoral brasileño); icónicas de la provincia de Buenos Aires como la rana zarzal (acá un dato interesante: se la puede escuchar cantar todas las noches en la Costanera Sur), el sapo común y el escuerzo.

No puedo dejar de preguntarle cómo se encontró metido de lleno en el mundo de los sapos. “Desde muy chico vine por primera vez al Museo”, dice. “Estaba en cuarto grado y me trajo mi madre. Conocí a la gente que trabajaba acá y empecé a venir más seguido. A los 15, ya en la secundaria, empecé a frecuentar la biblioteca y la División. Estudié Biología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Más tarde hice un doctorado y un postdoctorado afuera”. Regresó al país hace diez años como investigador del CONICET (ver recuadro) y ahora es profesor en la misma facultad adonde estudió. Pero además del Museo hubo otro hito que lo marcó: “Cuando era chico, el Centro Editor de América Latina editaba la revista Fauna Argentina, un tratado breve de especies emblemáticas del país. Nunca se volvió a publicar nada parecido: esa revista marcó a bastante gente de mi generación con esa idea de maravillarse con la diversidad”.

Antes de hacer esta entrevista, yo no sabía absolutamente nada acerca de las ranas. Googleando el trabajo de Julián y su equipo, rápidamente di con un video que les recomiendo. Trata acerca de la fluorescencia, una característica que no se conocía en anfibios, y que Julián y sus estudiantes de doctorado descubrieron en una rana que vive en varias provincias argentinas y en otros países de Sudamérica. El video es una fiesta de colores y psicodelia, y un recordatorio de que las pequeñas cosas de la naturaleza son de lo más maravillosas y de lo poco que nos contactamos con ellas.

Julián no lo duda: el Museo Argentino de Ciencias Naturales es una parada obligada en el barrio. Cien mil chicos lo visitan cada año. “Para muchos, este espacio es su primer contacto con la diversidad biológica y eso no es poco, considerando que vivimos en una ciudad”, dice. “La diversidad que pueden encontrar acá excede enormemente lo que puedan llegar a ver en toda su vida”.

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CRISIS EN EL CONICET

Los avances que hubo en el Museo Argentino de Ciencias Naturales no fueron un fenómeno aislado sino un signo de que las inversiones por parte del kirchnerismo en el sector científico y tecnológico fueron muy bien aprovechadas. Entre las miserias de la crisis actual, hablar hoy de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) es una de las más penosas.

“Estamos en un pésimo momento: la crisis se ve en todos los niveles de la investigación”, dice Julián Faivovich. “Como todo anda mal, la gente no termina de percibir cuál es el nivel de crisis en el que estamos. Es muy serio. Por un lado, está el caso de los sueldos de los becarios, casi por debajo de los niveles de pobreza. Por otro, los sueldos de investigadores y personal de apoyo, muy retrasados frente a la inflación. Otro ejemplo concreto es el de los subsidios. Cuando uno aplica a un subsidio de investigación, éste tarda al menos un año en aprobarse. En caso de ser aprobado, se empieza a pagar al año o año y medio. Eso limita totalmente el accionar de los investigadores por la desactualización de precios de los insumos que necesitan para desarrollar sus proyectos”.

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