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  • Por Cecilia Palmeiro*

8M

Este 8 de marzo la tierra tiembla una vez más. Las mujeres de 60 países nos unimos en una medida de fuerza original: Paro Internacional de Mujeres. Nosotras nos organizamos para cambiarlo todo, aquí y ahora.

Desde 2015, las mujeres del mundo nos encontramos en un proceso de revolución existencial. Con la primera marcha Ni una menos el 3 de junio de ese año, nació en nuestro país un nuevo sujeto colectivo global que llamamos la marea feminista y que no deja de sorprendernos con sus apariciones masivas y reclamos contundentes contra todas las formas de violencia. Del #NiUnaMenos a la Women’s March, la marea arrasa con todo aquello que aceptábamos como “natural”: la opresión, el silenciamiento, el abuso de poder, el acoso sexual, la desigualdad económica, la falta de autonomía sobre nuestros cuerpos, la explotación de nuestros territorios.

Desde entonces descubrimos la trama invisible de las violencias contra nosotras. La violencia más visible y brutal, el femicidio (que en nuestro país mata a una mujer cada 18 horas), es una forma de asegurar nuestra obediencia y sumisión al patriarcado, que es en última instancia una distribución injusta y desigual del trabajo y del capital, un arreglo por la cual las mujeres somos una especie de proletariado mundial. O directamente: somos las pobres del mundo. Con nuestro trabajo invisibilizado, no remunerado en casa y devaluado en el mercado las mujeres sostenemos la economía capitalista. Trabajamos todos los días 3 horas más que los hombres (trabajo reproductivo, trabajo doméstico y tareas de cuidado que “naturalmente” recaen sobre nosotras), que en el año suman 52 días más, y ganamos 30% menos que los hombres por las mismas tareas. Porque el trasfondo de toda violencia machista es la violencia económica y laboral, hemos comenzado desde el 19 de octubre de 2016 a organizar huelgas para parar el mundo del trabajo y la producción, pero también paramos en un sentido existencial: dejamos de hacer lo que se nos impone, y desobedecemos al sistema que nos oprime y nos explota.

El paro de mujeres no es simplemente un paro sindical, porque la mayoría de nosotras ni siquiera tiene un trabajo fijo y en blanco. Pero todas podemos parar a nuestra manera creativa: vestir algo violeta como contraseña común para decir que estamos de paro y reconocernos entre nosotras, hacer ruido de 12 a 1, dejar de hacer algo, por mínimo que sea, y experimentar ese tiempo de la rebelión y de nuestra libertad, el tiempo que nos tomamos para parar de ser lo que se supone que debemos ser (lindas, buenas, sumisas, delicadas, frágiles, ciudadanas de segunda categoría) y nos transformamos en algo más. Parar es para nosotras reapropiarnos de nuestro tiempo y de nuestro poder para imaginar y poner en práctica el mundo en el que queremos vivir.

El mundo hecho por los hombres para sí mismos está en sus últimos estertores: estamos al borde de guerras nucleares, hambrunas, desastres ecológicos, genocidios, crisis económicas y políticas. Contra este estado de cosas, y por un mundo nuevo, nosotras nos organizamos y paramos.

¡Ni una menos! ¡Vivas, libres y soberanas nos queremos!

* Cecilia Palmeiro es Doctora en Letras, teórica del feminismo queer, integrante del colectivo Ni Una Menos, escritora y activista.

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