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  • Foto del escritorPepe Bigotes, un conejo en Villa Crespo

BACK TO OLD-SCHOOL


Algarabía en las calles, o gente que se derrite del calor. No estoy del todo seguro. Me cuesta entender a los humanos. Todos se parecen un poco mucho, y se ríen todo el tiempo, hayan sido sus chistes graciosos o no. Se visten cada año con colores distintos, pero iguales entre sí. Paletas pastel, o fluor, según les toque. No sé qué les tocó este año; a mi poco interés en cuestiones de moda se suma que tengo pésima visión. Parece que las zanahorias, irónica o sarcásticamente, tampoco sé muy bien la diferencia, son malas para la vista. Y tienen bocha de sal. Una porquería... Pero a medida que el verano se acerca a su fin, cortesía del movimiento ondulatorio de la Tierra sobre su propio eje, empiezan las clases, o como le decimos nosotros los conejos, Dios mío, empiezan las clases. Y esto no es, como algunos sugieren, tomar el nombre del Señor en vano, ya que si el Señor tuviera catorce hijos en vez de uno, y crucificado, sabría lo que significa comprar útiles para toda la tropa, desbordar y rebordar el nombre de catorce conejos a catorce delantales, organizar el pool de padres con otros “padres amigos”, de quienes no sé el nombre más que de tres, etc., etc. Y todo para que un buen día, al grito de aula, como decía el viejo Fontanarrosa (creo, no lo guglié; sepan entender), las clases al fin no empiecen, porque todo el mundo se llena la boca de maestros a la hora de hacer campaña, pero los escupe rápidamente cuando les toca arreglar salarios. Yo creo que los niños son el futuro, decía Whitney Houston (creo, no lo guglié X 2). Y yo quisiera creer lo mismo, pero en mi experiencia los niños son todo el tiempo el presente. Siempre quieren hacer algo ya mismo; no mañana, o en cinco minutos. De hecho, cinco minutos, en tiempos de niño, son ochocientos cuarenta y tres años. Está calculado científicamente. Por eso les cuesta tanto esperar. Ojalá fueran el futuro, Whitney, porque del mañana se encarga el otro Pepe, el que no soy yo. A mí me toca el ahora, y más que me toca, me toquetea de formas no aptas a ser descriptas en columnas para toda la familia. No entiendo mucho de política, pero dos más dos son cuatro, eso lo aprendí en la escuela, en sexto grado, porque soy medio lerdo. Pero cuando algo lo aprendo, me queda para siempre, y hoy puedo decir, sin temor a equivocarme, que la cuenta anterior es correcta (no la guglié X 3, pero es así, acá Bernardito me lo confirma). Y así como dos más dos son cuatro, catorce conejos sin escuela más dos padres que trabajan (bueno, yo tengo mis hobbies, en fin) es un desastre de proporciones bélicas. Y nosotros por lo menos tenemos las vacantes, porque si no, los mando a todos derechito a lo de Chris Morena, que me invente una serie, o cualquier cosa, que los chiquitos son bien dados para la cámara y están dispuestos a lo que sea con tal de salir de casa. (Chris, si estás leyendo esto, volvé... a la tele, digo.) Porque antes a un chiquito le dabas cinco pesos, le escribías la dirección de casa en la frente, y que saliera al mundo, que conociera el barrio, pero ahora hay tantas cosas de qué preocuparse. Mirá si te lo roban, mirá si se mete en una murga... Al final lo de las murgas, de las que pude o no haber hablado pestes en el pasado, depende de la evidencia que tengan en mi contra, te digo que está bastante bueno. Si el Estado no se ocupa de educar a nuestros hijos, que por lo menos tengan en el barrio un tamborcito que golpear, un pasito para bailar, lo que sea que los aleje de las noticias, y los acerque al mundo del espectáculo. Porque acá se salva uno y nos salvamos todos. Así que ya saben, en Marzo, si no hay escuela, a pintarse la cara (en el buen sentido) y a darle al bum chi-bum chi bum, chi-bum chi bum.

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