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  • Por María Sol Aliano

JULIO SIN PLÁSTICO


¿Esta nota será sobre uno de los memes de julio que venimos viendo para estas fechas desde hace algunos años? El título suena a eso, pero no. O al menos no conseguimos el meme a tiempo para sumarlo a esta edición. Julio sin plástico es una campaña global que busca cambiar la relación que tenemos con el plástico descartable basado en el concepto de que se necesitan 21 días para adoptar un cambio de hábito de manera definitiva. Desde AVC queríamos escribir sobre los plásticos así que esta iniciativa, promovida en Argentina por @unplastify, nos pareció una buena excusa.

Si hurgamos en los orígenes del plástico, encontramos a 1907 como el año de su aparición oficial, de la mano de la baquelita. Desde ese momento hasta el día de hoy, este material logró meterse en cada rincón de nuestras vidas y de nuestra sociedad. Es difícil encontrar otros elementos que en poco más de 100 años de historia hayan pasado de no existir a estar presentes en casi todas las cosas que usamos con una diversidad de formas, texturas, colores que parece infinita. Porque está en las cosas más obvias, como envases, electrodomésticos, juguetes. Pero también nos toma por sorpresa al convertirse en ropa, elementos de cosmética, pinturas.

Además de los productos plásticos que nos rodean y que utilizamos a diario, desde hace algunos años se habla de este material en un formato no tan perceptible a la vista: los microplásticos. Partículas que no superan los 5 mm de diámetro y que cada vez generan más preocupación, porque están en todos lados (hay estudios que han identificado varios tipos de plásticos hasta en la sangre humana), pero no sabemos qué efectos tienen para nuestra salud o para los ecosistemas.

En algunos casos se las denomina micro-perlas, fueron especialmente creados en este tamaño para ser agregados a productos de cosmética o limpieza, como jabones o dentífricos, y son responsables de brindar un efecto abrasivo o exfoliante a estos productos. En otros casos, surgen de la desintegración de residuos o productos más grandes por el efecto del lavado, la radiación o el desgaste. Un estudio desarrollado por la Universidad de Newclaste de Australia, a pedido de la organización internacional WWF, concluyó que las personas consumimos alrededor de 250 gramos de microplásticos al año. Esto equivale a una tarjeta de crédito por semana. Según la Fundación Vida Silvestre, ocho millones de toneladas de plásticos terminan en el mar cada año a nivel global y ponen en el riesgo a los seres vivos de estos ecosistemas.

Como dicen desde @unplastify, es una relación que se nos fue de control y es preciso que el problema sea abordado de manera integral. En primer lugar, necesitamos una ley que apunte a reducir el impacto de los plásticos en nuestras vidas y en los ecosistemas. Que comience por el inicio de la cadena productiva, con medidas de responsabilidad extendida del productor para evitar que sigan introduciéndose plásticos a la sociedad sin ningún tipo de control. Son muchas las veces en las cuales no tenemos alternativas al consumo de plástico. Además, es necesario prohibir o restringir los plásticos de un solo uso. Por último, deben fortalecerse las estrategias de reciclaje y el reconocimiento formal (con salarios y condiciones de trabajo dignos) de las personas que realizan estas tareas.

Entonces, ¿qué se puede hacer en este julio sin plásticos? (y siempre, lo de julio es sólo una excusa para comenzar)

Aquí algunas ideas:


Apoyá, milita, reclamá la aprobación de la ley de envases.

Evitá todo el plástico que puedas: vale bolsa de tela, tupper en la panadería, shampoo sólido, repasador en lugar de film para cubrir alimentos.

Decile no a todo lo aquello de un solo uso que al cabo ni necesitabas: sorbetes, bandejas, cubiertos descartables, etc.

Evitá el agua embotellada: win-win, no colaborás con la mercatilización de un recurso natural y derecho humano ni contribuís a generar basura plástica.

Reutilizá, repará, reciclá: en definitiva, evitá que los plásticos terminen en la basura.

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