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  • Foto del escritorPepe Bigotes, un conejo en Villa Crespo

AL FILO DE LA NARANJA


Ahora hablemos en serio: si se viene el fin del mundo yo los voy a extrañar mucho-mucho. Más que nada porque ustedes dejarán de existir; nosotros, los conejos, estamos hechos para siempre.

Vinimos a este planeta hace miles de años en nuestra nave espacial de peluche: ahora bordamos tiempo con vino blanco y soda. Nos abrigamos. Y pucha que hace fresco.

Anoche estornudé y quedó el moco en el aire, suspendido. Le saqué una foto; salió linda. Si tuviera Instagram, la habría subido, pero soy demasiado cool para las redes sociales contemporáneas. Yo voy en papel. Tengo circulación local.

Después se me rompió la cámara del celular. No sé si arreglarlo o comprar uno nuevo. No es una decisión fácil: el celular es Windows. Tiene unos años. Cuatro años. Como esta revista. Como nosotros. Todo ahora tiene cuatro años. La unidad de tiempo conocida como “un mundial”. Mi hija cumple cuatro años dentro de poco.

Y cuando ustedes lean esto ya el mundial va a haber terminado y a lo mejor ganamos, a lo mejor perdimos; qué sé yo. Voy a adivinar que no la pasamos bien. Seré pesimista, ponele. Pero sí. Soy pesimista.

Yo ahora es como que veo una bandera y no sé bien qué hacer de mí mismo. Trato de mejorar, más que nunca; mejoro, probablemente.

Estoy resfriado, por ejemplo, y como ya no fumo, es un resfrío chiquito, doméstico. Jode a la noche y para meditar: sí, ahora medito. Chupate esa mandarina, un conejo que medita; y la mandarina tiene abundante vitamina C, así que ese es un buen conejo para el invierno.

Y también un abrazo de barrio, gente, les mando. A darnos cariño que viene jodida la mano: tratemos de hervir verduras a coro. Que salga vapor de nuestras casas. Me puse un toque hippie, a veces pasa eso también. Es que estoy al filo de la naranja: es como dice el título de esta columna. Es tal cuál; un equilibrio súper blando, flexible: volátil.

Soy un conejo capaz de cualquier cosa: más que nada si se trata de comprar o consumir comida, o cocinarla. O las tres cosas. De a ratos quiero bajar de peso y de a ratos pienso que quizás sea mejor ganar volumen. Ahorrar gas. Aumentar las reservas. Invertir en el peso. Y otra serie de confusas analogías político/gastronómicas para el invierno.

Eso.

Y felices 4...

(suena tu música favorita)

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