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  • Por Martín Fainberg

JONÁS Y LA BALLENA


Este septiembre se celebran Rosh Hashaná y Iom Kipur, las fiestas más espirituales del calendario judío. Esta es la historia de Jonás que suele leerse en Iom Kipur, el día del perdón, justamente por la enseñanza que nos deja: A enfrentar nuestros problemas, a que no perdamos el ánimo, a que confiemos en nuestras propias fuerzas, porque siempre hay una nueva oportunidad. Dios le encomendó a Jonás que fuera al pueblo de Ninevé, al norte de Israel, y le dijera a su gente que dejara de obrar mal o el pueblo sería destruído por haber ofendido a Dios. A Jonás no le gustó nada la idea, entonces decidió fugarse. Fue al puerto en el sur de Israel y se escondió en el fondo de un barco, donde se echó a dormir una siesta. El barco zarpó con Jonás a bordo. Dios no quería que Jonás escapara de su encomienda, entonces mandó una terrible tormenta que azotó la embarcación. Todos los marineros comenzaron a rezar para que la tormenta cesara, pero como esto no sucedía, los marineros se preguntaron quién no estaba rezando. Todo apuntó a Jonás, a quién le preguntaron quién era su Dios. Jonás dijo: “Mi Dios es el único, y es Él quien mandó esta tormenta por mí. El mar solo se calmará si me arrojan al mar”. Dicho esto los marineros, para salvarse, tuvieron que tirarlo por la borda. Jonás cayó al agua y fue tragado por un gran pez. A los tres días, el pez expulsó a Jonás en una playa. Allí no había ni sombra ni comida, entonces Jonás le pidió a Dios por ambas. Dios creó una planta que le dió a Jonás sombra y comida, pero al día siguiente la planta estaba muerta. Jonás le recriminó a Dios por haber matado la planta con la cual él podía vivir. Dios le dijo: “No hiciste nada para que la planta viviera, no la regaste ni protegiste”. Jonás, arrepentido, decidió entonces ir al pueblo a decirle a su gente que sería destruído por no obrar correctamente. Al llegar y darles la noticia, el pueblo se estremeció, comenzó a ayunar y a rezar para pedirle perdón a Dios, modificando su conducta. Iom Kipur es el día en que se abren los cielos y uno tiene un diálogo directo con Dios. Pedimos perdón por las veces que obramos mal y nos purificamos a través del ayuno que además nos permite concentrarnos en lo importante: en reflexionar. Nos enfocamos en lo que hacemos como individuos, como judíos y frente a Dios. Y llega después del año nuevo, recordándonos que cumplimos un ciclo y lo que somos y hacemos está en este mundo, y todos tenemos la oportunidad de ser inscriptos en el libro de la vida. ¡SHANÁ TOVÁ UMETUKÁ!

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